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«¡Salten! El barco se hunde»

Resulta llamativo descubrir como cada vez más personas se desconectan de las redes sociales (el 20% de los franceses vive desconectado según Havas Media). Se suelen argumentar dos razones a esta decisión personal: la salvaguarda de la privacidad con el objetivo de evitar fisgones y sentir que en el fondo alguien te controla, y la higiene mental que conlleva no estar enganchado a dichas redes.

 

En el fondo también subyace el principio científico de metainducción pesimista que persigue a cualquier modelo de negocio desde sus orígenes: el hecho de estar sometido siempre al cambio, lo que conlleva un alto riesgo de falta de adaptación al mismo. Este hecho da como resultado que de los propios modelos de negocio se desgajen comunidades enteras insatisfechas que, muy ligadas a un rol concreto, buscan satisfacer las mismas necesidades de las que esperaron obtener una respuesta única pero ahora por otros derroteros. Yo estoy convencido que es el tributo continuo a pagar siempre, incluso gestionando correctamente el citado principio.

 

Pero por otro lado esta situación genera un avance en términos de superación del estatus quo actual (y consecuentemente un progreso en términos de despertar la inercia social), resultado  de esa mente común que se ha generado en dicha nueva comunidad. Este grupo de personas con un rol común lo primero que va a llevar a cabo, consciente o inconscientemente, es fortalecer precisamente ese rol que no ha encontrado acomodo y, acto seguido, buscar y desarrollar una nueva solución, bien tecnológica, bien social o bien ambas. En ambos progresos, consecuencia de la presión del principio de metainducción pesimista, la creatividad campa a sus anchas, fundamentalmente porque, tal y como reconoce la metodología creativa empresarial Creative Washing Program, de inmediato se ha de equilibrar el triángulo de la creatividad en sus tres ángulos (necesidad – comunidad – respuesta).

 

El progreso en términos de creatividad guarda mucha relación con comunidades desgajadas y creativos que descubren dar una respuesta única a los deseos insatisfechos que les desligaron de su escenario anterior. ¿Podemos intuir comunidades – y sus respectivos roles – que comienzan a saltar de algún barco? Siempre las hay. Aquellas que saltaron de la complejidad de la cámara de fotos con carrete a la cámara digital y de ésta al móvil, aquellas que han abandonado el transporte colectivo convencional, un tanto impersonal, y han encontrado su entorno feliz en estilos como BlaBlaCar, aquellas que prefirieron dejar las redes sociales y escuchar tranquilamente el ring ring tradicional de sus teléfonos. En muchos casos simplemente hace falta animar el salto.