Previous slide
Next slide

“No hay ningún alucinógeno en el té, simplemente el mundo se mueve”

Hace unos días asistí a una improvisada reunión escolar en la que participamos varios padres y madres. Por cierto, como siempre, la presencia de éstas mucho más numerosa que la de los progenitores masculinos, lo que corrobora mi impresión más que contrastada de que ellas saben priorizar en términos de valor mucho mejor que los hombres. Se había aprovechado un café para dar cuentas del estado actual de un curso de una de nuestras hijas.

 

En seguida, casi en el mismo instante en que los hombres removíamos el azúcar en el café o en el té y ellas los edulcoraban con una pastillita de sacarina, surgió un llamativo debate. Un grupo de madres defenestraban el nuevo proyecto educativo que se ha introducido este año escolar y que en esencia sustituye los libros por modernas – y caras – tablets, haciendo a estas últimas culpables de ciertos males de rendimiento en áreas como las matemáticas o la lengua. La solución para alguna de estas madres – los padres permanecían callados – pasaba por abolir de cuajo tal engendro de la modernidad. Cadalso que venía justificado, entre otros argumentos, en que no hay nada como la tiza y la pizarra, un axioma o dogma que alguna de las asistentes no dudó en aclararnos que es indiscutible científicamente.

 

Cuando volví en sí, tras comprobar que aquello que escuchaba y que veía defender con tanta vehemencia no era consecuencia de algún alucinógeno depositado malintencionadamente en mi infusión, no pude menos que pensar en los avances que mi hija había experimentado en los últimos meses. Aquel aparatito que ella maneja con tanta soltura mientras desliza los dedos por la pantalla le está colocando en un mundo de posibilidades únicas, a las puertas del futuro más próximo. En ese corto espacio de tiempo de seis meses me ha dejado atrás, a años luz, en recursos de programación que le permiten montar vídeos, llevar a cabo presentaciones como yo jamás he realizado, crear comunidades on line, identificar nuevas herramientas tecnológicas que mejoran los logros alcanzados, etc. Y algo que me encanta: se pregunta ella misma y busca por sí misma la solución, resolviéndola en muchos casos junto a otras compañeras.

 

No pongo en duda las ventajas de otros modelos docentes pero con éste puede volar, crear, cuestionarse, colaborar, probar, prototipar, equivocarse y aprender del error de una manera muy visual, romper las normas, etc., etc. En la era en que la inteligencia artificial se apropiará y generará conocimiento como ocupa usurpador de un patrimonio que ha sido exclusivo del hombre durante milenios, es necesario cambiar el chip de la formación y hacer hincapié en la capacitación en todas las habilidades creativas (observación, conexión, abstracción, fijación de patrones, síntesis…). El profesional del futuro será aquella persona que dominará un foco muy concreto del conocimiento en el que profundizará continuamente y lo llevará por derroteros insospechados. Expandirá el conocimiento no desde dentro, sino tirando de él (un auténtico recurso pull del sistema Lean). A través de las habilidades creativas y del aprovechamiento de la tecnología co-creará con otros vías únicas de progreso. El conocimiento dejará de ser un valor absoluto incuestionable, como se nos presenta en la actualidad, para convertirse en un disponible manipulable.

 

El pelotón de ejecución de la inocente tablet también argumentó aquello de “por no mencionar los peligros que se esconden tras ella”. Enseguida me vino al pensamiento una enorme pizarra embarullada con ininteligibles fórmulas que debidamente encajadas por envidiables y doctas mentes daban como resultado una bomba atómica capaz de borrar del mapa ciudades enteras.