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La importancia de un taladro

“La gente no quiere un taladro de seis milímetros, quiere un agujero de seis milímetros” (Theodore Levitt). Ese es el runrún permanente que golpea los oídos de la persona creativa en un modelo de negocio. Se trata de reconducir el modelo de negocio a ese agujero del taladro. Es posible que el conocimiento del interés por el agujero nos lleve a despreciar el propio taladro.

 

La gran mayoría de las empresas incide significativamente en la primera parte de la frase, fruto de nuestra búsqueda irremediable de la seguridad. Nuestras empresas quieren insistentemente un taladro de seis milímetros porque en el fondo nos garantiza una importante dosis de control, de seguridad, de gestión de procesos, de estudio exhaustivo de la competencia, en definitiva, de «caja» o de confianza absoluta en el ceremonial cotidiano del plato al que estaba acostumbrado el pavo que desconocía los días fatídicos. Solo eso ya no es suficiente.

 

Os voy pedir un pequeño ejercicio, que dediquéis unos segundos a pensar en los hechos más significativos, maravillosos o trágicos, de vuestra vida. Venga, diez segundos. La inmensa mayoría de vosotros habrá pensado en la familia, especialmente en vuestros hijos, en la pareja maravillosa que convive con vosotros, en un amigo irrepetible, un terrible accidente, etcétera. Os hago una pregunta: ¿Cuántos de ellos habéis programado realmente para obtenerlos o los habéis planificado para alcanzarlos? En última instancia las circunstancias que los provocan o nuestros esfuerzos por programarlos – los taladros – se ignoran, quedan los resultados, los agujeros del taladro.

 

El azar es otro componente extraño – e imprescindible – de la creatividad. No podemos controlarlo pero podemos tenerlo muy presente a la hora de diseñar escenarios únicos dirigidos por una «incoherencia lógica». Debemos arriesgar a imaginar.