Resulta complicado mantener los mismos modelos de gestión o producción que nos han servido hasta la fecha sin estar atentos a los cambios que están alcanzando a nuestra economía y que si aún no han llegado a manifestarse plenamente suponen señales evidentes de un futuro totalmente distinto.
Hace unos años tuve conocimiento del concepto de “innovación frugal”. Ha supuesto, y parece no tener en esta década fecha de caducidad, uno de los giros más espectaculares de la economía actual que se suma a un club selecto de disruptivos como los ciclos de valor o el long tail.
Me llamó la atención ese concepto porque prueba que la tan recurrida – y necesaria – bajada de precios para competir puede resultar una quimera. La “innovación frugal” establece que ya no será suficiente para competir y fidelizar al cliente aquel paradigma porque habrá competidores que aplicarán reducciones de precio tan radicales – consecuencia de importantes aplicaciones técnicas o tecnológicas – que ese elemento diferenciador será irrelevante por sí solo. Dos ejemplos a los que podemos recurrir como argumento son los coches Tata cuyo precio no alcanza los 3.000 euros o una línea de neveras – también hindú – que ya actualmente se pueden adquirir por menos de 95 dólares.
De nuevo un elemento clave va a resultar esencial para competir: la diferenciación. Acertar con el segmento de mercado y diferenciarse ofreciendo tal grado de satisfacción al cliente que le cueste abandonar nuestro barco va a resultar casi en exclusiva el elemento de anclaje permanente.
Esta diferenciación – que se traduce siempre en la búsqueda de la satisfacción – nos exigirá garantizar que en toda la cadena de encuentro del cliente con nuestro producto o servicio ofrecemos un altísimo grado de satisfacción. Es decir, ya no sólo es ofertar un producto o servicio óptimo en calidad y prestaciones, por ejemplo, es necesario garantizar que en las fases de compra, mantenimiento o vida final del mismo se garantizan aspectos como la comodidad en el acceso, el valor permanente, la simplicidad, etc.
En definitiva, la visión de la dimensión real de nuestro producto o servicio va a resultar cada vez más especializada pero no solo en un aspecto puntual sino en un abanico de experiencias con las que el cliente se encontrará antes, durante y después de disfrutar del mismo. De esta manera podremos superar el riesgo del ataque mortal de la innovación frugal. En este sentido el trinomio observación – conocimiento – creatividad garantizará el futuro de nuestros negocios de cara a conquistar la diferenciación. ¿Estamos preparados para ello?