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«Por qué seguimos al modelo pavo y al modelo 8 minutos 20 segundos”

No digamos que nadie nos viene avisando ante el riesgo que generan los modelos centrados en la inercia y la experiencia. Mientras nosotros el mundo de las oportunidades se mira el ombligo o contempla ensimismado el ombligo de otros, el otro mundo, el de los países en vías de desarrollo, lleva cambiando desde hace décadas y está marcando la pauta de un nuevo tipo de innovación, la llamada “innovación frugal”, impulsada por el deseo de recortar el coste de los productos no solo de manera gradual, en un diez por ciento, sino espectacularmente, en un noventa por ciento. Ejemplos de esta nueva innovación son el coche de dos mil doscientos dólares de Tata y  la nevera de setenta dólares de Godrej&Boyce´s – “Schumpeter Inc.”. Adrian Wooldridge -. ¿De qué valdrá nuestra inercia o nuestra experiencia cuando lo global sea auténticamente una realidad?

 

Ya en 2010, las economías emergentes y en vías de desarrollo fueron responsables de un tercio del PIB mundial, calculado según el tipo de cambio oficial, y casi la mitad, si se ajustaban los tipos de cambio según las diferencias nacionales en poder adquisitivo. El crecimiento económico de los apodados BRIC (Brasil, Rusia, India y China), a los que podemos sumar países como Angola, Nigeria o Indonesia, es exponencial. En 2050, según Goldman Sachs, el PIB de China  superará los setenta billones de dólares, un ochenta por ciento más que el de Estados Unidos (“La era de los mercados emergentes». Simon Cox.)

 

Por desgracia hay una razón de peso que no podemos ignorar y que fuerza que ese binomio inercia-experiencia esté siempre presente en nuestros modelos de negocio y nos hace acumular cantidades ingentes de serotonina. Estamos condenados hoy por hoy a vivir con ello. El sistema educativo desde la más tierna infancia nos ha adiestrado para resolver ejercicios no para solucionar problemas.

 

Dos más dos son cuatro al mismo nivel que una oposición de doscientos cincuenta temas conduce a una plaza en la administración pública. Son simplemente tipologías de un concepto global que podemos denominar como ejercicio. Existen unas premisas perfectamente definidas y una sola solución concreta. En cambio, “¿Por qué no tengo clientes?”, una cuestión transcendental para todo negocio, se trata en esencia de un problema. El grado de incertidumbre es inmenso. Incluso es posible que más allá de la imposibilidad de obtener una respuesta no lleguemos ni a acertar a formular adecuadamente la pregunta que enfocará correctamente el problema. Tal vez haya que sustituir la pregunta “¿Por qué no tengo clientes?” por “¿cuál es mi cliente?”. En muchas ocasiones centrar adecuadamente el problema es la mitad de la solución o la solución completa. De este modo resulta totalmente lógico que un sistema que valora solo la obtención de alcanzar respuestas correctas y nunca la formulación de preguntas haya generado una mentalidad social garantista que supone una importante limitación a la hora de transgredir lo establecido, característica muy ligada a la creatividad.

 

No se trata de evitar la transmisión de conocimiento, evidentemente, lo que resulta preocupante es marcar las reglas de juego en el sistema educativo sobre la base intrínseca de que el conocimiento es una foto fija en blanco y negro que apenas admite matices y desde ahí establecer la base de una economía competitiva.