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La influencia de la evolución: o el poder de la mente inconsciente

¿Somos coherentes plenamente?. Yo creo que no. Y esta incoherencia es un elemento clave en nuestro análisis creativo. ¿Hacemos una prueba? A mi vecina universitaria le ha venido a visitar su novio el fin de semana. A las tres de la mañana mi esposa y yo que estamos en la habitación continua oímos un gemido de ella. ¿Qué ha ocurrido? a.) ¿Padece artritis y no ha podido aguantarlo más? b.) ¿Mantiene un encuentro íntimo con su pareja? c.) ¿Se ha pillado un dedo con un cajón? ¿Y si hago esta pregunta en un convento de clausura o a mi hija de 5 años?

 

Hay una explicación totalmente lógica. Neurocientíficamente hablando, está demostrado: solo el 40% de lo que creemos ver proviene de la vista – Algunos científicos como Gerald Zaltman, profesor de marketing de  Harvard ha  señalado que el 95% de nuestros pensamientos, emociones y aprendizaje ocurren sin que seamos conscientes de ello. -. Nuestros pensamientos, emociones y aprendizaje ocurren sin que seamos conscientes de ello. ¡Alucinante! ¿Y el resto? Aportaciones de nuestros esquemas mentales, nuestros sesgos, nuestros prejuicios, lo que nos ha dejado millones de años de evolución. «Solo las personas superficiales no juzgan por las apariencias».

 

«El sistema sensorial humano envía al cerebro cada segundo unos once millones de bits de información» – Según el investigador M. Zimmerman – a quien cita Leonard Mlodinow en su libro «Subliminal» – . “Sin embargo – continua Leonard – … nuestra mente no puede procesar una cantidad tan ingente de información. La que puede procesar se ha estimado entre dieciséis y cincuenta bits por segundo, así que si la mente consciente hubiera de procesar toda la información entrante se quedaría colgada como un ordenador que ha forzado más allá de los límites. (…) La evolución nos ha dotado de una mente inconsciente porque el inconsciente es lo que nos permite sobrevivir en un mundo que nos exige procesar un enorme caudal de información». Las sensaciones, nuestros clichés mentales, nuestros hábitos, se suceden a un ritmo vertiginoso y nuestro cerebro responde, en gran medida, con mecanismos de inercia y mera supervivencia ante esa avalancha descontrolada de datos. Por así decirlo, no puede con tanto. Parafraseando a Carl Jung, “puede parecer que los aspectos subliminares de todo lo que nos ocurre desempeñan un papel muy pequeño en nuestras vidas… pero son las raíces casi invisibles de nuestros pensamientos conscientes”.