Cuando escuchas la palabra “intraemprendimiento” directamente sientes la tentación de exclamar: “¡Otra moda!”. En un mundo en donde la información se genera a tal velocidad que apenas tienes tiempo de validar qué es “fake news” y qué tiene realmente valor existe el riesgo de que se cuelen tendencias pasajeras e insustanciales que solo se caracterizan por la sonoridad llamativa del término gramatical empleado.
El intraemprendimiento viene para quedarse. La lógica evolutiva de los mercados en un entorno globalizado inmerso de lleno en una tercera revolución de internet – el internet de todas las cosas – en donde las fronteras de la seguridad de nuestras ofertas, procesos, clientes, alianzas, capacitaciones, etc. cada vez estarán más difusas y sometidas a ataques continuos, exige que se produzca una transformación de nuestras organizaciones en organismos vivos cuyos miembros a título personal asumen en todo momento el rol de crecer como individuos y como equipos.
El mismo año en que se puso en marcha esa tercera revolución de internet según los expertos – 2016 – el Foro Económico Mundial de Davos divisó el horizonte de lo que se nos venía encima y encumbró en el top ten de habilidades directivas “la resolución compleja de problemas”, “el pensamiento crítico” y “la creatividad”, habilidades que exigen de las personas una significativa capacitación más allá de la formación técnica y repetitiva.
Tony Hsieh, director general de la tienda virtual Zappos expuso a Brian Roberston, creador de Holacracia, un dato significativo: «las investigaciones demuestran que cada vez que una ciudad dobla su tamaño, la innovación o productividad por habitante aumenta en un 15 por ciento. Pero cuando las empresas se hacen grandes, la innovación o productividad por empleado generalmente desciende». La razón es sencilla: las ciudades se sienten vivas. ¿Es posible configurar nuestras organizaciones como modelos de ciudades que se expanden y no como empresas que compiten? ¿Colectivos integrados en una identidad de perspectivas no solo productivas, también sociales, lúdicas, dinámicas, creativas, que integran a sus miembros y familias, comprometidas? Esta combinación se vuelve explosiva en términos de generar respuestas únicas con incidencia directa en la cuenta de resultados; y el intraemprendimiento, la capacidad de generar valor desde el compromiso efectivo como individuos, asumiendo nuevos retos, siendo creativos, es el recurso para canalizar esta energía.
Cuando los trabajadores y trabajadoras tienen la sensación de que asumen un papel protagonista en su entorno de trabajo siendo protagonistas del reto de liderar el futuro – algo que lógicamente exige generar previamente y articular una cultura del cambio así como una coherencia en su implementación premiando las ideas y valorando el riesgo – las empresas comienzan a latir a un ritmo productivo más saludable.
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