Suelo hacer una pregunta en los talleres Think tank que imparto sobre capital creativo: «¿quiénes de ustedes saben cuánto dinero tienen en sus carteras en este momento?» Aunque somos reacios a hablar en público tanto de ello como del color de nuestra ropa interior por lo general unas tenues sonrisas delatan que las personas nos cuidamos mucho de tener controlado nuestro dinero y en mayor o menor medida conocemos perfectamente el peculio que tenemos al alcance de la mano, seguramente para cubrir una necesidad inmediata y sentirnos seguros ante cualquier imprevisto. Cuando acto seguido lanzo una segunda pregunta la cosa ya cambia: «¿De cuánto capital creativo dispone usted en este momento?» Curiosamente esta moneda creativa de uso empresarial cumple con la misma finalidad – cubrir una necesidad inmediata y aportarnos seguridad ante cualquier imprevisto en nuestras organizaciones -. Por otro lado es vox populi subrayar su importancia como agente diferenciador principal para impulsar nuestra propuesta de valor frente a la competencia como señalan numerosos gurús de la gestión empresarial. Tras esta pregunta se hace silencio en la sala.
Transformar la creatividad en valor tangible y medible nos resulta casi una entelequia, pero lo que puede ser una anécdota o un simple ejercicio intelectual es realmente una tragedia para nosotros y nuestras empresas ya que como sabemos lo que desconocemos no podemos medirlo, consecuentemente no podemos controlarlo y al no controlarlo no podemos llevar a cabo acciones de mejora. Esta incertidumbre nos coloca a nosotros y a nuestras empresas, cuando queremos sacar valor de la creatividad, como atletas situados frente a un salto de altura del que desconocemos sus dimensiones reales al mantener los ojos vendados.
Resulta complicado transformar la creatividad en una unidad de medida porque cumple una función esencial difícil de cuantificar como es tratar con lo desconocido y la incertidumbre y los resultados pueden ser diferentes dependiendo de muchas variables. Y pese a ello hemos de superar esta paradoja para que adquiera valor tangible y medible a nivel personal y organizacional. Por lo tanto cuando hablamos de cuantificar el capital creativo disponible hacemos referencia a la mentalidad interna (personal o empresarial) a la que se suma la capacidad de transformación que aplicando un saber hacer propio activa todo el potencial creativo para aportar una solución diferenciadora. ¿Existe esa mentalidad en nosotros y en nuestras organizaciones? ¿Disponemos de un saber hacer creativo? ¿Asumimos riesgos de cambio? Es necesario por lo tanto reconocer en nosotros y en nuestras empresas si somos capaces de romper con lo establecido y si disponemos de una estrategia y una metodología para crear continuamente valor y disponer de auténtico capital creativo. Por lo tanto es posible medir y mejorar nuestra respuesta al cambio (¿cuántos retos disruptivos hemos afrontado en el último año?) y nuestros procesos creativos (¿disponemos de una metodología creativa? ¿se aplica asiduamente?). En el momento actual una marca personal y una organización, en escenarios frenéticos de cambio, valen su «peso» en capital creativo.