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“¿Creatividad versus Big data?”

Desde un plano empresarial puede surgirnos una duda: ¿quedará aun vida creativa cuando en un supuesto, hipotético o no, el big data pudiera tomar el mando total del manejo y el tratamiento efectivo de toda la información existente? Este planteamiento, más allá de un enfoque filosófico sobre el libre albedrío o la privacidad de las personas, nos sitúa en el escenario ideal de la generación de nuevos recursos ignorados inicialmente por las empresas y surgidos de un procesamiento adecuado de toda la información existente por parte de una inteligencia artificial sin que interviniera un desarrollo creativo por parte del hombre. Por cierto, ahora que amplio mi pensamiento un poco más tal vez esta premisa pudiera alcanzar a cualquier escenario que conlleve manejo de información. ¿Y no lo son todos? (como por ejemplo el arte o el amor).

Actualmente las conquistas en este campo en el plano médico, científico, comercial o de las comunicaciones, por citar solo cuatro sectores, están revolucionando auténticamente nuestra manera de enfocar la realidad y alcanzar soluciones únicas. Por otro lado, los resultados y beneficios de este avance en el ser humano también son significativos en muchos sentidos. Un sistema que, además, se autoalimenta exponencialmente con cada dato de información que se introduce por lo que los contornos de expansión parecen difusos, al tiempo que los resultados se intuyen cada vez más espectaculares.

¿Para qué necesitaríamos la creatividad si una aplicación nos dice que cuatro billones de datos justifican la creación de un nuevo modelo de negocio en el cuidado de las axilas o en el nuevo formato de presentación del envoltorio de unos cacahuetes? Estoy convencido que tal y como ocurrió con la irrupción de las nuevas tecnologías que generaron el pensamiento de “menos mal, ya trabajaremos menos”, y comprobamos desalentados al día siguiente el derrumbe del mito, con el big data estaremos llamados a realizar el prodigioso ejercicio de seleccionar desde la abundancia, algo que imagino es tan arduo como el de crear desde la escasez.

Me quedo también con la visión de Martin Lindstron en “Small Data, las pequeñas pistas que nos advierten de las grandes tendencias”. Apuntes muy tenues asoman en la génesis de numerosas tendencias que ponen en marcha el péndulo de los grandes cambios. La combustión del big data prende por una pequeña chispa casi imperceptible al gran ojo. La creatividad contaría siempre con un escenario único para indagar en esos propulsores que marcan las nuevas tendencias y están en la génesis de los grandes cambios en donde el big data no puede penetrar en la estrecha puerta por su desmedido peso.

Por otro lado, una vez que todos los datos figuraran delante de nosotros perfectamente alineados en torno a una conclusión única es necesaria una relectura original que concluya en una solución también única. Es decir, tras un arduo proceso de compilación y análisis, los datos no dan lugar a dudas: a las personas les cuesta una barbaridad caminar hacia atrás; pero ¿qué alternativa le brindamos? También habría que atender a la cantidad de personas que quedan fuera de los grandes números y que tienen un acomodo ideal en el “long tail”. ¿Qué aportar a los que viven de maravilla alejados del grupo? Y sin olvidar la necesidad de que los modelos de negocio han de ser actualizados continuamente. Intangibles como el talento, mejores prácticas – y su adaptación concreta a nuestra organización – o el compromiso de los propios colaboradores, van mucho más allá de un análisis y tratamiento de la información por muchas pistas y seguridades que ésta ofrezca.

En este sentido estoy convencido que creatividad y big data son dos compañeros de trayecto que se necesitan inevitablemente. Feliz viaje.